rosetto

Por más increíble que parezca existen hombres que son padres desde siempre y en todo momento. Uno de ellos, sin dudas, era mi amadísimo tío Paolo.

Para él ser padre era como andar, como respirar... todo su ser y su actuar irradiaban paternidad. No tenías que ser uno de los "nueve" para cobijarte en su abrazo o comer en su mesa cualquier día, a cualquier hora de cualquier semana de cualquier año. En esa mesa enorme repleta de niños y niñas, siempre -pero siempre- había lugar para un plato más, o dos, o los necesarios. Parecía magia.

Sin querer queriendo mi tío Paolo nos enseñó la solidaridad, la empatía, el amor. Nuestra infancia y adolescencia no hubiese sido la misma sin esas largas jornadas año tras año en el teatro de 5a. Avenida. Sin los chalecos y las alcancías, sin aprender que ayudar es una fiesta y que involucrarse con el otro y por el otro es una bendición.

Hombre de pocas palabras siempre precisas y una presencia radiante. No podías no acercarte cuando estaba el sol.

Un día le pregunté cómo era tener nueve hijos (en ese entonces, por culpa de él y la increíble tía Pilita yo quería tener cinco hijos. Es que adoraba esa casa que construyeron repleta de hijos e hijas, amigos y amigas; repleta de amor en la cocina, de vida y alegría inagotable...).

Me respondió que era lo mejor que él tenía, lo único verdaderamente valioso. Que esa elección también implicaba no tener otras cosas, pero que esas "otras cosas" no tenían ninguna importancia para él. Lo valioso eran esa multitud de cabecitas rubias y castañas.

Mi tío Paolo era un tano tan fuerte que parecía inquebrantable, y bueno como el pan. Mi versión preferida de él se develaba después de las 23 - 24 hs. Un par de traguitos, un poco de humo y el bohemio profundo que se agazapaba detrás del ingeniero; se despertaba sonriente en ese mágico jardín de palmeras, para "encantarnos".

Como el flautista nos hipnotizaba con sus historias lejanas, sus anécdotas, sus palabras dulces en italiano y sobretodo, su sabiduría. Esa que sólo te da caminar honesto por la vida, el trabajo duro y el amor interminable.

Por esas sutilesas del destino, en sus últimos días mi padre estuvo muy cerca de él. Hoy a la distancia que es a veces tan dolorosa me imagino a los dos cuidándose, queriéndose. Y no puedo dejar de sonreir ante la imagen de esos dos hombres juntos, los mismos que representan toda la paternidad del mundo para mí.

El Gabo dijo que “La vida no es la que uno vivió, sino la que recuerda y cómo la recuerda para contarla”. Con total seguridad, mi carissimo tío Paolo, vos vas a estar presente y sonriendo en mis más preciosos y queridos recuerdos. 

Hasta la próxima sentada frente al mejor rossetto del mundo mundial!





Fotos: Giovanna Pederzani


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