Escribir para seguir #7

En el sobreático 1 de la Calle Balmes, hace más de 15 años nos reuníamos un puñado de buscadores a intentar encontrarnos. En esa época nos sentíamos conquistadores, una especie de Marco Polos del siglo 21. Lo que entonces no sabíamos era que el descubrimiento y la conquista se dirigían hacia adentro, no hacia afuera.

Una del grupo trajo un juego, cada uno debía describir al otro en diferentes ítems. La idea era definirlo metafóricamente como si fuera algo específico. El ejercicio decía por ejemplo: “Si Romi fuera una ciudad sería… si fuera una comida sería… si fuera una música sería… etc.”. Cada uno debía auto-definirse y definir a los demás.
Olvidé todas las definiciones que me hicieron excepto una, la de un amigo muy sensible, que siento, me leyó muy claramente desde el primer momento. Él escribió: “Si Romi fuera un rol familiar sería: una abuela que cuenta historias”.
¿Ustedes me creerían si les digo que desde el preciso momento en que leí esa descripción supe que eso era, que por ahí iba todo para mí? Me resonó tan fuerte adentro, en todo el cuerpo, que jamás olvidé la frase. La tergiversé un poco, porque durante todos estos años cada vez que vivía algo maravilloso o especial, me venía a la mente lo de la “abuela que cuenta cuentos” y me decía: –esto es para contarle a mis nietos.
Por esas causalidades de la vida, hace un mes o un poco más tuvimos una conversación con el amigo que me había definido así. Él ya no se acordaba, claro, y yo le dije que tenía muy nítido ese recuerdo. Casi diez días después buscando un dibujo de la época en que vivía en Barcelona, me topé con esa hoja que ignoraba la tenía guardada desde hace más de 15 años. Y descubrí que no era una abuela que cuenta cuentos, sino “una abuela que cuenta historias”.
Es muy loco darme cuenta hoy en pleno ejercicio de la maternidad, porqué era abuela y no madre, nietos y no hijos, lo veo muy claro. El abuelazgo debe ser sin dudas, el momento perfecto para ejercer la magia en su estado más puro.
Como diría la maravillosa Georgia O’Keeffe con noventa años: “lo que te hace querer crear sigue ahí”.
Hoy quise compartir esta anécdota con ustedes porque está por terminar octubre, un mes muy importante para recordar, recordarme y recordarles, que más allá de la pandemia, no debemos abandonar nuestros controles. Es imperante que nos hagamos nuestra mamografía anual con todas las precauciones, nuestro pap y lo que cada una precise.
Está claro que la vida es impredecible tantas veces, pero también sabemos científicamente, que hay enfermedades que podemos prevenir o con las que podemos luchar. El cáncer de mamas es una de ellas.
No dejes de palparte cada mes ni dejes pasar tu mamografía este año por más pandemia que nos abarque. No te lo digo a vos como maestra ciruela, en realidad lo escribo para decírmelo a mí, porque sueño profundamente con convertirme algún día, en esa “abuela que cuenta historias”.



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