Escribir para seguir #6

En tiempos en que todo parece atropellarte hacia la oscuridad, paradójicamente, para los habitantes del Sur, llega la primavera. La “Fiesta del Estudiante”, la “Fiesta de la Juventud”… aquel momento tan enérgico y vital en el cual ibas descubriendo y desempolvando al adulto en que te convertirías.

Como mis almácigos germinando me obligaron a visualizar lo que significa corporalmente “vivir de cara a la luz”, no puedo dejar de hablar de ello. Es que la naturaleza con su sabiduría ancestral, no deja nunca de gritarnos por dónde va la cosa, cuál es el camino.
¿Cómo se camina hacia la luz? Cómo se anda persiguiendo al sol, aunque sea a tropezones, es la pregunta. Y la única respuesta que encuentro es afirmar que así allí vamos persiguiendo la “buena vida”.
Esa "buena vida"que para cada uno tendrá sus propios colores y aromas, pero lo esencial de seguro nos une a todos.
Para mí LA BUENA VIDA ES…
Tomar mate por la mañana sintiendo cómo el sol te besa la cara cálidamente.
Oler pasto mojado justo cuando para un chaparrón de verano.
Tener una amiga que te piensa al menos una vez al día, todos los días.
Respirar profundamente, inhalando y exhalando oxígeno sin que ninguna angustia interfiera su paso.
Dar la teta todo el tiempo que quieras, que sientas, que necesiten.
Tener una vivienda justa, que se calienta y limpia rápido.
Disfrutar del agua caliente golpeando tu espalda como si fuese la primera vez, todos los días.
Saber que no importa dónde estés, tu mamá te espera cada día con el mate en la cama.
Cansarte de observar extasiada la risa escandalosa de tus hijos.
Desear y sentirte deseada.
Que tus perros muevan la cola como parabrisas descontrolados cada vez que te vean llegar.
Gastar lo indispensable, no deberle al banco.
Cocinar para tu familia y tus amigos una y otra vez, sin parar, como un círculo vicioso de amor y gratitud.
Descubrir los primeros brotes en la tierra que sembraste.
Trabajar ardua y honestamente sin sentirte subyugada.
Dormir plácidamente cada noche sin necesidad de contar ovejas.
Caminar por cualquier calle, a cualquier hora sin una pizca de miedo.
Escuchar música y cantar a los cuatro vientos.
Intentar siempre hacer algo, aunque parezca imperceptible, por aliviar a otras personas.
Tener un padre que se reinventa más allá de los años y jamás deja de sobre-volarte.
Comer algo rico, rico, riquísimo cada fin de semana.
Tomar cerveza helada, pero heladísima, las arrogantes noches de verano.
Ver amanecer cada vez que puedas.
Saber que tu hermana te espera para seguir siendo hogar.
Recoger las frutas de los árboles que plantaste.
Nadar, caminar, admirar.
Descubrir que tus hijos ya van por la vida compartiendo amor con sus pares.
Que no te duela nada en el cuerpo ni en el alma.
Sentirte terriblemente incómoda con cualquier injusticia.
Creer que todo a tu alrededor es propicio de ser fotografiado.
Levantarte temprano para hacer Sadhanas.
Disponer de tiempo e inquietud para divagar de la vida con el primero que se te cruce.
Bailar con los ojos cerrados eternamente.
Amar y ser amada.
Que tu hermano te regale seguridad.
Saber perdonar de verdad, desde la médula.
Rezar y encontrar la paz cuando el viento te doblega.
Encender un fueguito y mirar la llama, sentir el calor.
Mirarte al espejo y reconocerte enteramente con el pasar de los años.
Leer libros increíbles, ver películas inspiradoras, escribir para seguir.
Tener proyectos hermosos.
Arder en preguntas.
Es ser como las plantas, que persiguen desafiantes la luz del sol como único propósito en la vida. Aunque te cueste, aunque a veces te quiebres para lograrlo.




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