Escribir para seguir #12

El dos de noviembre pasado me animé a entrar a un mundo que siempre observé desde lejos. Aunque ya hace un tiempo largo que le tomé el gustito a la cocina, hacer pan me daba mucho respeto. Qué se yo, es tan fundamental, tan imprescindible y milagroso, que siempre pensé era un don reservado sólo para algunos. Su olor, si no es el más rico del mundo le pega en el palo.

Cuando vivía en “la peixerita”, en el último piso de Tarrós 13, todas las mañanas me despertaba su aroma inconfundible; que trepaba piso a piso, escalón tras escalón desde el horno de aquella vieja panadería del Borne. Hasta arrancarme del sueño juvenil como si fuera la más exquisita de las melodías.
Mi gurú de la cocina me pasó las coordenadas, y así con dedicación, paciencia y mucha ilusión nació “La Paolita”, mi tan preciada masa madre. Preparada con mucho amor y esmero, recordando a mi queridísimo tío Paolo.
Desde el 15 de noviembre aproximadamente que intento hacer un buen pan, perdí la cuenta de mis intentos. Pero semana tras semana seguí intentando, probando tiempos, proporciones, formas de meter al horno, lugares de levado. Algunas veces mejor, otras peor, la ventanita de glúten se me resistía, no se quería abrir para mí.
Hasta ayer, que se abrió de par en par y dejó entrar una luz que encandilaba. Fui tan feliz que comprendí una vez más lo que significaba la felicidad, su intensidad y lucidez, su incomprensión, su fugacidad y su inconciencia.
No es casualidad que se me haya abierto un día antes del aniversario de nacimiento de mi Madre, la Masa Madre de mi existencia.
Siempre hablamos con el Gas de que hacer pan es la metáfora más perfecta de la vida: esmero, dedicación, paciencia, tiempo (mucho tiempo), prueba-error, ilusión, desilusión, intento, perseverancia, explosión, felicidad, amor, todo el amor… y a empezar de nuevo, una y otra vez, en ese espiral infinito de ser y hacer.
Este hermoso y perfumado pan es para mi madre, aunque no lo pueda disfrutar hoy. Porque ella es el inicio y el fin. Ella es la inspiración trascendente, siempre lo fue y siempre lo será. Su amor es la levadura que todo lo puede, que hace crecer la magia del ser y querer ser eternamente.
Gracias por las alas ma, siempre.
Feliz feliz vueltita al Sol!
Te amo fuerte
y te extraño.

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