Escribir para seguir #16

 El 8 de septiembre del año 2008 llegué a Córdoba y me instalé en un chaletcito con muy buenos vecinos, en el barrio Villa Independencia de Villa Carlos Paz. Mi primera amiga fue y es nuestra arquitecta. Con su sonrisa enorme me arrastró del brazo abriéndome caminos, y fue así que mis primeros pasos laborales en este nuevo mundo, fueron también con arquitectos.

Un día, cuando me presentaba a una de ellas y le contaba que era paraguaya, me pasó algo excepcional. Me relacionó con el Arquitecto paraguayo Solano Benítez, a quien ella admiraba profundamente, y me habló de él como si describiera a un “Rock Star”.
Yo, que venía acostumbrada a que en España, cuando les decía que era paraguaya, me preguntaran por la marihuana o Chilavert, me resultó deslumbrante. E inmediatamente recordé que muchos años antes, había recorrido las pasarelas de su gabinete, cada vez que buscaba a Giova para dar una vuelta en sus tiempos de dibujante.
Aún impresionada por el desconcierto empecé a investigar sobre su obra, y no lo podía creer. Sus diseños rompían con todo lo que yo venía viendo como bueno, nuevo y moderno (seriado, frío y lejano para mi gusto). Él, al igual que su maestro Louis Khan, hablaba con el ladrillo, y diseñaba para estrechar la convivencia con el entorno natural, exuberante y milagroso del Paraguay. No para doblegarlo. Manejaba la luz del sol como un cirujano el bisturí o un escultor el cincel.
Pero lo que más me impresionó fue su concepción humana de la Arquitectura. Su resistencia a dejarse arrasar por la vanguardia, con el único objetivo de preservar la ternura, sin olvidarse jamás de la belleza.
Unos años después empecé a diseñar una revista para el Colegio de Arquitectos de la Regional 6 de Córdoba. Fue la excusa perfecta para hacerle un retrato y escuchar de cerca a ese iluminado de la Arquitectura. Cuando llegó el momento me puse tan nerviosa como si hubiese estado frente a Bono, Jimy Page o Charly García. El resultado técnico de mi foto lo confirma.
No fue fácil hacer el retrato que había imaginado, porque para mí Solano es un arquitecto que camina descalzo la tierra colorada, pero que concibe el mundo desde el cielo.
Su obra es filosofía de vida, se funda en el deseo de incluir: humanidad toda y hábitat.
Por eso hoy, en el “Día de la Tierra” me animé a escribir sobre él. Porque es un ejemplo vivo e inspirador de cómo cada uno y cada una, desde el lugar en que nos desempeñemos, tenemos la posibilidad y obligación de inventar sistemas que cuiden e incluyan siempre. La semilla que plantamos hoy será la sombra donde descansaremos mañana.

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